4.10.10

Notas de Binissaida (III)


El hombre de la moto

Durante uno de mis paseos matinales tomo un camino señalado como prohibido. No acostumbro a saltarme las prohibiciones pero ésta me parece que no va conmigo. No se trata de transgredir, simplemente estamos viviendo unos días fuera del mundo, en un cierto limbo. Así que sigo caminando en dirección al mar. La senda pasa entre antiguos campos de cultivo olvidados y omnipresentes paredes de piedra seca, que forman cercas donde pastan algunos asnos. Es imposible no abstraerse al mundo literario que nos acompaña estos días y pensar, sí, en Platero.
El camino prohibido sigue hasta llegar a la gran puerta, abierta pero disuasoria, del jardín de una lujosa casa de vacaciones. Esta vez, sobrepasarla me parece fuera de lugar: una cámara de seguridad resulta intimidatoria. Truncado mi paseo hacia el mar –siempre omnipresente- deshago mi camino sin pesar. El aire matutino reconforta, el silencio acompaña, el paisaje libera. El sentido de los pasos no importa.
Voy divagando, siempre con los sentidos alerta, hasta que oigo el rugir de un motor. Proviene de un ciclomotor viejo. Lo conduce un hombre de edad igualmente avanzada, con pocos dientes, del país. Le hago señas para que pare y le pregunto cómo llegar hasta el mar. Me responde en un catalán que casi pierde su nombre diluido en un marcado acento menorquín. Me cuenta que hay que pasar por la gran casa que me ha barrado el paso, siguiendo un camino utilizado desde siempre. Con cierto pesar, explica que a los propietarios ahora no les gusta que la gente pase y que él se encarga de vigilar. No obstante, me señala la ruta con amabilidad y me dice que puedo pasar, con discreción. Entablamos conversación. Su sinceridad y candidez me parecen extraordinarias, posibles sólo en lugares como éste. Pienso que le sería difícil sobrevivir en otros hábitats. Le doy las gracias pero sigo mi camino hacia nuestra casa, pensando que me he encontrado con un alma noble, antigua, de otros tiempos. Más valiosa que el mar.

2 comentaris:

Xavier Jové ha dit...

Molt bé, Àlex. Magnífic apunt.
Dintre teu, per cert, també habita la sinceritat i certa candidesa, qualitats morals que et permeten revelar-nos la bellesa i la bondat que el passejant menorquí contempla o troba.

Àlex Figueras ha dit...

Gràcies, Xavier, pel teu comentari.
Sense una certa candidesa estaríem perduts.