1.9.06

Eloy Sánchez Rosillo

Confesso que llegeixo poca poesia i tinc uns coneixements molt limitats sobre aquest gènere. Així mateix, i tal com em passa amb les diferents formes de modernitat artística, em costa entrar en certes formes i corrents de poesia. Els trobo obscurs, allunyats de la meva sensibilitat. M’avorreixen i em deixen indiferent. M’agraden, en canvi, els poetes que sento propers, que m’emocionen: Machado, Sagarra, Leopardi, Manent, García Lorca. També Pessoa, amb tota la seva complexitat. I entre els poetes actuals tinc especial predilecció pel murcià Eloy Sánchez Rosillo. Potser perquè, com deia abans, la seva poesia senzilla em resulta molt propera.
Reprodueixo aquí un parell de poemes de Sánchez Rosillo. Pertanyen al volum La vida (1996) i, al meu parer, expressen perfectament moltes de les sensacions pròpies d’aquest moment de l’any.

Septiembre

De repente, las playas se han quedado desiertas;
ha refrescado un poco y se acortan las tardes.
Hoy comienza septiembre, y la melancolía
del final del verano, puntualísima, acude
a su cita conmigo. Hay que volver mañana
a la ciudad. En ella me esperan las rutinas
y las viejas costumbres que me fueron haciendo
ser el que soy. Muy pronto, se irán quedando en nada
los sueños que he soñado junto al mar, los propósitos
de libertad, de cambio, que en las noches de julio
y agosto fabulé, tan fervorosamente
como en la adolescencia, a la vez que mis ojos
con asombro miraban la inquieta muchedumbre
de los astros del cielo. En la ciudad, no hay duda,
me encontraré de nuevo cuando llegue con ese
que se quedó en mi casa mientras yo estaba fuera,
con ese que se niega a cambiar y conoce
como nadie mis gestos, mis horarios, las cosas
que me atan a mí mismo. Él me pondrá al corriente
de los tontos asuntos que habrá que ir resolviendo
en los próximos días. Así, sin mucha pena
y sin gloria ninguna, transcurrirá el otoño.
Y después, de muy malas maneras, implacable,
tomará posesión de mi vida el invierno.

(De La vida, copyright de l’autor)

Depedida

El verano se acaba.
Parece que fue ayer cuando llegó de súbito
en su carro de oro.
Venía, jubiloso, por los campos
y a su paso las tierras se colmaban
de espigas y de frutos.
Dispuso que las sombras se apartaran
del corazón del hombre y que creciera
la alegría en su pecho. Estaba todo
lleno de luz, de intensidad. Se hicieron
inmensas las mañanas y las tardes
no terminaban nunca.
Daba la sensación de que el verano
iba a quedarse aquí ya para siempre.
Pero, mirad: se acaba.
Y nos parece ahora que fue breve en extremo
su prodigiosa estancia entre nosotros.
Mirad cómo se marcha: invicto, fulgurante,
se aleja por los campos en su carro de oro.
Los días, poco a poco, van menguando.
Y un indicio de otoño que hay en el aire dice
que es muy fugaz la dicha.

(De La vida, copyright de l’autor)